jueves, enero 14, 2010

Nunca más la puntita

Dicen que después de “mañana te lo pago” la mentira más frecuente entre los chilenos es “sólo la puntita”. Y quizá estos dichos delaten más sobre nuestra idiosincrasia que lo que parece. Sin ahondar demasiado en las deudas que tienen nuestros amigos con nosotros y las que tenemos con ellos, podríamos recordar, aunque sea con pudor, las veces que hemos recurrido a la trampa de la puntita, o las veces que hemos cedido a ella. Hay cierta complicidad en este tipo de engaños. El embaucador sabe que mañana no podrá saldar su deuda, al igual que su victima. Y el que propone la puntita, tanto como quien la acepta, saben que lo más probable es que todo desborde en algo más. Así es nuestra sociedad entera, los patrones les quedan debiendo a sus trabajadores y los gobernantes les meten el dedo en la boca a sus electores. El enganche siempre es el mismo: las cosas van a mejorar, pero tienen que estar dispuestos a hacer sacrificios. Entonces cuando los gobernantes nos piden el voto, asegurando que esta vez sí van a cumplir, nosotros se lo damos. Porque estamos dispuestos a creer en el engaño: que nos van a proteger de los abusos de los patrones, de los bancos y de ellos mismos. Un psicólogo diría que hay una relación de dependencia entre el estafador, que arremete, y su victima, que acepta ser agredida. Quizá sería más sincero decir: No me devuelvas ese dinero, es un obsequio; o: Nada de puntitas, todo o nada. Quien sabe, quizá todos queden conformes y vivamos más en paz. Aunque también existe la opción de decir: Basta, si quieren deberle a alguien, que sea a otro; Y si le quieren meter la puntita a algún ingenuo, no va ser a mí.

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