jueves, julio 12, 2007

Unidos en el abuso

Podría parecer que los dos prófugos más buscados del último tiempo son totalmente distintos, pero no necesariamente es así. Algunos pensarán que los crímenes de Rafael Maureira Trujillo, alias "Sacarach" nada tienen que ver con los Derechos Humanos, pero a pesar de que el concepto se usa habitualmente para referirse a los atropellos contra adversarios políticos, los niños son humanos y tiene derechos también. Más que una deducción lógica esto está establecido en la Convención sobre los derechos del Niño de Naciones Unidas. Otros dirán que los crímenes políticos de Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, alias “Don Elías” son una categoría muy distinta a los delitos sexuales, pero también se equivocan, porque las violaciones y los vejámenes sexuales son parte central en la tortura política. Si a alguien le cabe alguna duda sírvase revisar el Informe Valech. Cuando se trata de crímenes en serie como estos, los abogados llevan a la corte unicamente los casos más seguros. Por eso Iturriaga fue juzgado sólo por un secuestro, a pesar de pertenecer a la mafia militar que sigue escondiendo muchos de los cuerpos de quienes torturó y asesinó. Maureira tampoco pagará por todo el daño que su red de pedofilia causó a sus victimas y su entorno. Así como es imposible cuantificar el dolor provocado por estos criminales también es difícil establecer castigos proporcionales a sus delitos. Sin embargo, los tribunales no deben tardar en dictar sentencia y menos discriminar entre unos y otros, como ha ocurrido con las victimas de Iturriaga que han esperado justicia por mucho más tiempo que las de Maureira. La prensa se ha hecho cómplice de este injusto escenarios al referirse de manera simplificada a los “condenados por violaciones a los Derechos Humanos", sin especificar que se trata de los peores abusos imaginables a hombres, mujeres y niños, en absoluto contraste con la manera detallada y condenatoria en que expone otro tipo de delitos. Los Derechos Humanos rigen para todos, desde el nacimiento hasta la muerte, e incluso más allá. Quien vulnere esta ley universal abusando de seres en situación de indefensión, mayores, menores, de izquierda o de derecha, debe ser drásticamente sancionado por la sociedad en su conjunto, sin importar la motivación del delito.

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