La reacción ciudadana deber ser inteligente
No hay nada más triste que un pueblo desarticulado y desamparado, sin organizaciones que lo congregue ni lideres que lo interprete. La Concertación ha logrado lo que todo gobernante desearía, aplacar a la masa ciudadana. Hacerla sentir que no tiene otra opción más que acatar y resignarse a las equivocaciones, la irresponsabilidades y la indolencia de las instituciones.
Es la situación ideal para los funcionarios de Estado que consiguen los puestos a través del amiguismo o los favores políticos y no por su capacidad profesional. La gente lo sabe, pero nada saca con repetir y repetir lo mismo, nadie los escucha.
Al contrario, el gobierno teme que una participación ciudadana real deje al descubierto la corrupción y el nepotismo existente a su interior. Los partidos tampoco funcionan porque las cúpulas se han encargado de asegurar sus privilegios neutralizando a los militantes. Y, como si fuera poco, los medios de comunicación critican las irregularidades desde una perspectiva superficial, sin denunciar las razones de fondo.
Sólo queda esperar que el descontento encuentre su cause en nuevas formas de organización y en líderes positivos con propuestas responsables. De lo contrario podríamos ser testigos de una rebelión ciudadana sin otro propósito que expresar la rabia acumulada, capaz de transformar nuestras calles en verdaderos campos de batalla.
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