jueves, abril 19, 2007

Zamorano - de ídolo a villano

Al igual que Zamorano, muchos chilenos creen que el mundo está dividido en dos, el pueblo y la elite. Que el pueblo son los que siempre pierden y lo pasan mal, mientras que la elite son los que siempre ganan y lo pasan bien. En este mundo bipolar no existen matices ni niveles intermedios. Esta realidad simplificada implica la desconfianza, los prejuicios y el desprecio mutuo. El pueblo ve en la elite una manga de sinvergüenzas encargada de robarle a los pobres lo poco que tienen y la elite ve al pueblo como una tropa de incapaces que de poder, le quitaría todos sus privilegios. Las dos partes se ven a sí mismas como moralmente superiores y declaran suyos valores como la honestidad, la lealtad y el sacrificio. Castigan con la burla y el aislamiento a quienes sufren sospechosos cambios en su actitud de vida, en el habla o el vestir. Pero en algunos casos existe la tolerancia y el perdón de los iguales. Este es aplicable cuando los que cambian no desconocen su procedencia ni sus valores más profundos, como es el caso de los ricos que se vuelven religiosos y tienden su mano al pueblo, o el pobre que sale en busca de fortuna y vuelve lleno de regalos. Zamorano gozó de este beneficio durante mucho tiempo, hasta cuando se convirtió en el rostro del fracasado Transantiago. Después la mofa iba y venía en internet, pero no todo fue risa, en los muros de la ciudad todavía se puede leer “Zamorano traidor”. Para un extranjero puede ser incomprensible, pero para un chileno bastan esas dos palabras. La estrella deportiva se había cambiado al bando de los sinvergüenzas y había perdido el sentimiento de lealtad con su gente. De nada sirvió la conferencia de prensa donde declaró que se arrepentía, que lo habían engañado y que el todavía era del pueblo.

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