jueves, enero 14, 2010

Nunca más la puntita

Dicen que después de “mañana te lo pago” la mentira más frecuente entre los chilenos es “sólo la puntita”. Y quizá estos dichos delaten más sobre nuestra idiosincrasia que lo que parece. Sin ahondar demasiado en las deudas que tienen nuestros amigos con nosotros y las que tenemos con ellos, podríamos recordar, aunque sea con pudor, las veces que hemos recurrido a la trampa de la puntita, o las veces que hemos cedido a ella. Hay cierta complicidad en este tipo de engaños. El embaucador sabe que mañana no podrá saldar su deuda, al igual que su victima. Y el que propone la puntita, tanto como quien la acepta, saben que lo más probable es que todo desborde en algo más. Así es nuestra sociedad entera, los patrones les quedan debiendo a sus trabajadores y los gobernantes les meten el dedo en la boca a sus electores. El enganche siempre es el mismo: las cosas van a mejorar, pero tienen que estar dispuestos a hacer sacrificios. Entonces cuando los gobernantes nos piden el voto, asegurando que esta vez sí van a cumplir, nosotros se lo damos. Porque estamos dispuestos a creer en el engaño: que nos van a proteger de los abusos de los patrones, de los bancos y de ellos mismos. Un psicólogo diría que hay una relación de dependencia entre el estafador, que arremete, y su victima, que acepta ser agredida. Quizá sería más sincero decir: No me devuelvas ese dinero, es un obsequio; o: Nada de puntitas, todo o nada. Quien sabe, quizá todos queden conformes y vivamos más en paz. Aunque también existe la opción de decir: Basta, si quieren deberle a alguien, que sea a otro; Y si le quieren meter la puntita a algún ingenuo, no va ser a mí.

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martes, enero 12, 2010

La derecha se va a comer los niños

Así como la desesperación de la derecha durante los 60 la llevó a afirmar que los comunistas se comerían a los niños, ahora la Concertación cae en el mismo tipo de disparates para tratar de evitar el triunfo de la derecha. Un montaje de la famosa foto de Pinochet con gafas negras después del Golpe circula por Internet, pero con la cara de Piñera. La relación de la derecha con la dictadura es inevitable, pero insinuar que Piñera es lo mismo que Pinochet resulta tan fuera de lugar como asegurar que Bachelet es lo mismo que Castro. La franja electoral de la Concertación no sólo acusa al candidato de querer comprarse el Sillón Presidencial, también lo parece culpar del endeudamiento de los chilenos a través de las tarjetas de crédito, llevándolo todo al penoso extremo de quien está a la defensiva. Pero las acciones desesperadas tienen la particularidad de convertirse fácilmente en un arma de doble filo. Denunciar que Piñera va a privatizarlo todo es ignorar que la Concertación lo ha hecho muy bien en ese ámbito; anunciar que Chile se transformará en un país neoliberal es esperar lluvia sobre mojado; y denunciar que no va haber reforma laboral es una invitación a preguntarse porqué la Concertación nunca la llevó a cabo. Los ataques al dueño de Lan y Chilevisión dejan al descubierto cierto sentimiento de culpabilidad por parte de quienes temen perder sus privilegios. Los líderes de la Concertación han ido perdiendo credibilidad por todo lo que prometieron y cumplieron a medias: más democracia, más justicia social y de la otra. En lugar de eso se estancaron en sus asientos de diputados y senadores, cuyos sueldos y regalías han ido incrementando ellos mismos, distanciándose cada vez más de la realidad del común de los chilenos. El uso de los recursos estatales y de la posición privilegiada de ministros y parlamentarios, quienes en general también se dedican a los negocios, no ha sido suficientemente debatido. Sin embargo los lazos de interés que han ido creando con los mismos empresarios que hoy desconocen, hacen dudar de su seriedad y su propia capacidad de representar los intereses de la mayoría. Los electores tienen razones de sobra para desconfiar de sus gobernantes y castigar a la Concertación, pero si Piñera llega a ser presidente será gracias los desaciertos de la Concertación. Atribuirle el logro a la derecha sería un error sólo comparable a echarle la culpa de una probable derrota a Enríquez-Ominami. Por otra parte y para la tranquilidad de la familia chilena: si gana la derecha nadie va a comer niños, o más bien, nadie va a comer más niños que los que ya se comen en nuestro país.

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