Pippi Langstrump celebra los 100 años de su creadora sin los niños chilenos

”Tenía 9 años y vivía completamente sola. No tenía mamá ni papá, pero eso en realidad le parecía bueno, porque así nadie la podía mandar a acostarse cuando lo estaba pasando bien y nadie la podía obligar a comer aceite de bacalao cuando quería caramelos”. Así era y así es Pippi Langstrump, la niña pelirroja creada por la escritora sueca Astrid Lindgren en 1945. La también conocida como Pipa Calzaslargas, Pipi Medias Largas o Pippi Longstocking celebró el 14 de noviembre, junto a otros niños del mundo, el natalicio numero 100 de su madre y creadora fallecida el 2002. Lamentablemente este admirable personaje es desconocido para muchos niños chilenos. No por culpa de los video-juegos ni los hábitos de lectura, sino por la poca cobertura que se da en nuestro país a la obra más popular de Lindgren. Más que puro desconocimiento pareciera tratarse de un estudiado desinterés por un personaje que para nosotros resulta controversial: una infante que no depende de ningún adulto, que es más fuerte que sus amigos varones y que a pesar de las quejas de la autoridad inspira a otros niños a ser independientes. No sería serio el argumento de la distancia para justificar la poca relevancia que se le da a Pippi en Chile, porque desde el norte de Europa al sur de América han llegado todo tipo de duendes, gnomos y trols de la mano de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen y muchos otros autores infantiles que se han hecho parte de nuestra cultura. Este desinterés podría interpretarse como un sutil tipo de censura. En un país donde se cree más en la autoridad que en la responsabilidad, donde es mejor callar que arriesgarse a hacer el ridículo y donde la moralidad es monopolio de unos pocos, un personaje como Pippi podría interpretarse como peligroso. Quizá por eso nunca se ha convertido en uno de esos cuentos que se lee en las escuelas, que se le recomienda a los padres y menos en uno de esos que se hace popular a través de la televisión, como sí sucede con las historietas americanas y japonesas. El padre de Pippi era capitán de barco y antes de dasaparecer entre las olas de los Siete Mares la llevó a viajar por el mundo. Nunca desembarcaron en Valparaíso, pero si a pesar de su curiosidad, su viveza y las monedas de oro que heredó no ha llegado hasta nuestras costas, es simplemente porque está esperando una invitación.

Un parlamento – Una ideología

Las diferencias entre la izquierda y la derecha parlamentaria hace tiempo que se vienen diluyendo y muchas veces nos hemos sorprendido por las vueltas de la política, pero hoy hemos llegado a un punto muy curioso y digno de análisis. ¿Puede ser que los políticos punta de la derecha sientan afinidad política con la mujer que la Junta encarceló y torturó? Si esta gente asidua a los militares más siniestros de nuestra historia ha cambiado tanto, bienvenido sea el cambio. Lo que resulta extraño es que la izquierda se haya derechizado tanto que hasta la UDI pueda identificarse con ella. Los dos bandos han renunciado a la violencia y han optando por la política de los acuerdos, lo que devela una valiosa madurez respecto al pasado, pero esta manera de hacer las cosas debe consistir en avanzar según las convicciones de cada uno y no en estancarse obviando las distintas visiones de mundo que existen entre los que los eligen. Porque los más afectados en todo esto son los votantes que ya no entienden quién defiende qué. ¿En el futuro los lavinistas votarán por Bachelet o los bacheletistas por Lavin? Al parecer ya no importa, porque siempre estarán eligiendo lo mismo. La única certeza que le queda a la gente es que estarán votando consistentemente por el lucro en la educación y en la salud, por el enriquecimiento de las Isapres y las AFP, por la concentración de poder en los medios de comunicación y en el parlamento; y sólo de manera efímera por las reformas que los benefician. Lavín y Bachelet resaltaron sus diferencias, como todo candidato, antes de las elecciones para luego dar a conocer su cercanía política entre sonrisas y abrazos como si celebraran algo que no todos entienden y que para muchos parece una burla.